En los últimos días, la posibilidad de transformar fotografías personales al estilo Studio Ghibli mediante herramientas de inteligencia artificial (IA) ha capturado la atención de usuarios en todo el mundo. Esta tendencia, aunque fascinante desde el punto de vista creativo, plantea interrogantes significativos en términos de seguridad de la información y protección de datos personales.
¿En qué consiste el filtro de Studio Ghibli?
El filtro de Studio Ghibli es una función integrada en plataformas de IA, como ChatGPT. Permite a los usuarios convertir imágenes comunes en ilustraciones que emulan la estética característica de las películas de este renombrado estudio japonés. Al subir una fotografía y aplicar el filtro, la IA genera una versión estilizada que refleja los elementos artísticos distintivos de producciones como Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro.
Implicaciones legales y derechos de autor
La utilización de estilos artísticos específicos mediante IA ha generado debates en torno a los derechos de propiedad intelectual. Aunque replicar un estilo no constituye necesariamente una infracción directa de derechos de autor, la línea entre inspiración y apropiación puede ser difusa. En el caso de Studio Ghibli, aunque no ha habido pronunciamientos oficiales recientes, es conocido que el estudio ha tomado medidas enérgicas contra la piratería y la reproducción no autorizada de su material en el pasado. Por ejemplo, en diciembre de 2024, emitieron un comunicado denunciando la venta de productos no autorizados que infringían sus derechos de autor y propiedad intelectual. En ese comunicado indicaron su intención de emprender acciones legales contra los infractores.
Riesgos de seguridad asociados al uso de estos filtros
Aquí viene la parte complicada: ¿qué estamos regalando realmente cuando subimos una simple foto? Detrás de la magia del estilo Ghibli, hay una realidad menos encantadora que vale la pena entender.
1. Exposición de datos biométricos
Cuando un usuario sube una foto con su rostro a una aplicación de filtros IA, está entregando patrones únicos e irrepetibles que constituyen su identidad biométrica. Estos incluyen distancia entre los ojos, forma del cráneo, mandíbula, textura de piel, entre otros. Estas características son lo suficientemente precisas como para ser utilizadas por sistemas de reconocimiento facial. Una vez procesadas, estas imágenes pueden almacenarse en servidores de terceros. Muchas veces esto ocurre sin conocimiento del usuario. Esto abre la posibilidad de que sean reutilizadas para entrenar modelos, vendidas a empresas de publicidad o incluso capturadas por ciberdelincuentes. En escenarios extremos, estos datos podrían usarse para desbloquear dispositivos, vulnerar sistemas de autenticación o generar deepfakes difíciles de detectar.
2. Almacenamiento y uso desconocido de las imágenes
Muchas plataformas no detallan con claridad qué ocurre con las imágenes después de procesarlas. ¿Se eliminan? ¿Se utilizan para entrenar futuros modelos? ¿Se comparten con terceros? En muchos casos, los términos y condiciones —que pocos usuarios leen— otorgan un permiso casi ilimitado a los proveedores. Este permiso les permite conservar, modificar y distribuir el contenido generado. Una imagen aparentemente inofensiva de un rostro puede terminar en una base de datos internacional. Incluso puede ser asociada a perfiles de comportamiento o utilizada para identificar patrones de consumo y preferencias personales. Esto violaría principios fundamentales de privacidad.
3. Riesgo de filtración de metadatos
Además del contenido visible de la imagen, las fotografías contienen metadatos técnicos. Algunos ejemplos son ubicación GPS, fecha y hora de captura, modelo del dispositivo y configuraciones de cámara. Aplicaciones poco éticas o mal diseñadas pueden extraer esta información automáticamente. Incluso pueden hacerlo sin notificación alguna. Una simple foto tomada en casa puede revelar en qué ciudad resides, en qué momentos estás activo y qué tipo de dispositivo utilizas. Esto te expone a riesgos como la vigilancia encubierta o el doxing (práctica maliciosa que consiste en recolectar y divulgar información personal o privada de una persona en Internet, generalmente sin su consentimiento y con fines de acoso, intimidación, extorsión o humillación pública).
4. Creación de perfiles falsos y suplantación de identidad
Con acceso a varias imágenes tuyas, un actor malicioso puede construir un perfil falso extremadamente convincente. Esto puede ocurrir en redes sociales, plataformas de citas o sitios fraudulentos. Estas cuentas falsas pueden engañar a tus contactos, obtener dinero, difamarte o recolectar más datos personales utilizando tu nombre. Además, si las imágenes han sido estilizadas —por ejemplo, convertidas al estilo Ghibli— se reduce la sospecha. El usuario podría pensar que es solo una ilustración inofensiva, cuando en realidad está siendo utilizada como carnada emocional o para manipulación.
5. Vulnerabilidad a hackeos y brechas de seguridad
El almacenamiento masivo de imágenes en la nube representa un blanco atractivo para hackers. Esto es especialmente cierto en servicios gratuitos o sin auditoría. En los últimos años, se han filtrado bases de datos con millones de rostros etiquetados. Estos se han utilizado para entrenar inteligencias artificiales militares, policiales o de vigilancia comercial. Si un servicio con estos filtros sufre una brecha de seguridad, tus imágenes podrían terminar en uno de estos repositorios. Una vez ahí, quedan fuera de tu control para siempre. Y lo más preocupante: una vez expuesta tu biometría, no puedes cambiar tu rostro como cambiarías una contraseña.
¿Estás de acuerdo con los términos?
La capacidad de transformar nuestras fotografías al estilo de Studio Ghibli es, sin duda, una muestra impresionante de los avances en inteligencia artificial. Además, ofrece una nueva forma de expresión creativa. Sin embargo, es esencial que, como usuarios, seamos conscientes de las implicaciones legales y los riesgos de seguridad asociados a estas prácticas.
Antes de sumarnos a esta tendencia, deberíamos preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a ceder nuestros datos personales y biométricos a plataformas cuya gestión de la información podría ser opaca? ¿Comprendemos plenamente cómo se utilizarán nuestras imágenes y qué derechos estamos otorgando al aceptar los términos de uso?
La tecnología avanza, pero nuestra privacidad y seguridad no deben quedar rezagadas. Es fundamental equilibrar la innovación con la protección de nuestros datos personales. Debemos reflexionar siempre sobre las posibles consecuencias de nuestras interacciones en el mundo digital.
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